Nuestras hojas amarillas
Be a spark in the dark
Eres más que un muñeco.
En aquel corto instante posterior a la segunda indebida pregunta lanzada al azar, la mente de la mujer de rizos cabellos daba vueltas sin parar, como si de una ruleta rusa se tratase, y es que pensó un millón de opciones, respuestas y maneras de evadir el disparo que tal pregunta representaba. Una sola opción de pronto comenzó a ser la única respuesta válida ante tal situación, y es que por muy falsa que fuese el contenido de esta, resguardaba el orgullo de si misma, por mucho que doliese reconocerlo.
Su cabeza de pronto reaccionó al cabo de un millón de años que se traducían en un segundo en la realidad. Movió su cabeza de Este a Oeste, dejando más que claro la negación de su respuesta. El extranjero de la ciudad rodeada de láminas de Zinc y obscuros cielos premeditó tal respuesta, sabía lo tan estúpida que era para arrojar una mentira como esa, se burló de ella, pisándola como uno de los tantos trapos que quedaba por pisar.
Ella, por su parte, disimuló su disgusto de la manera más indiscreta posible. La discreción no era su arte, y es que compartíamos aquel desventajoso atributo. Mi libro de Comunismo pasó de la página noventa, a la página cien en un abrir y cerrar de ojos, mientras ella se cuestionaba su pasado y las acciones que había tomado, ambos distinguíamos la fina línea entre la locura y el placer, aunque, como grandes idiotas, tomamos la misma decisión para arrepentirnos el resto de nuestra juventud.
Cuando sus labios se entrelazaron por primera vez, muy poco importó la moral, y la estupidez pasaba a un segundo plano. Sonaba emocionante ser una de las tantas opciones, y sabores por escoger para el mujeriego inmigrante de las tierras céntricas quien había abandonado a su postre favorito varado en la cima de una montaña. Escogiste llenar tu vacío estanque con quien fuese y olvidaste que tu corazón te vigilaba, y tarde o temprano, pasaría factura por la estupidez de quinceañera.
¿Pensaste que serias la excepción? Pues no fue así.
Ni siquiera mi compañía de primavera lo pudo ser. También me arrepiento de haber sido tan iluso.
Antes de que pienses, y juzgues, recuerda que eres más que una segunda opción.
Eres más que un muñeco.
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