Nuestras hojas amarillas
Be a spark in the dark
Uno y dos: 29.
El 29 de abril siempre me causa un poquito de nostalgia... supongo que es porque. cada año, me devuelve al sábado 29 de abril de 2006, más o menos, como a las 10 de la noche.
Recuerdo ese día con una memoria increíble a pesar de que tenía 8 (casi 9) años: recuerdo que dormía en una cama que no era la mía y en una casa que no me pertenecía. Mis papás no estaban en casa porque habían salido a verlo a él y nosotros (mis hermanos y yo) nos quedamos en casa de una tía.
Recuerdo que todo pasó muy rápido:
Recuerdo que nos despertaron entre sollozos.
Recuerdo los gritos de mi tía.
Recuerdo la desesperación que se sentía en el aire.
Recuerdo las lágrimas que no dejaban de salir de mis ojos.
Recuerdo que me dolía en un lugar que no sabía que existía.
Recuerdo que me sentí vacía porque sabía que lo había perdido...
Recuerdo todo y, definitivamente, lo recuerdo a él: alto, cabello oscuro, piel medio blanca y tostada por el sol, a veces bromista, a veces molesto por cualquier cosa, a veces disculpándose por haberme llenado toda la cara de merengue en mi cumplaños número 5, a veces esperándome cuando regresaba de la escuela...
Lo recuerdo siempre como mi tío, es decir, el primer hombre que me rompió el corazón.