Nuestras hojas amarillas

Siempre me han dicho que "de los tiempos de crisis nacen las mejores ideas", pero yo vivía en un constante estado de crisis que no me dejaba avanzar ni me permitía salir; más bien, me hacía oscilar y caer en el mismo desequilibrio constante.

Estábamos juntos en un lugar cercano a la costa. No nos encontrábamos solos, más bien, estábamos acompañados por tus amigos, esos que, muy en el fondo, me conocían. No pude saber cómo, pero de repente, estábamos solos.

Vete, pero no lo hagas tan rápido, recuerda que afuera hace frío y que no tengo a nadie que me abrace por las noches. Vete, pero no voltees a mirarme, porque seré la primera en dar la espalda y fingir que no me importa tu partida.

Las nubes eran espesas y el día comenzaba denso y oscuro. Excepto por un punto. Ahí destacaba el color en brillantes tonos de naranja y violeta... Hasta que desapareció.

Recuerdo la noche de aquel viernes: era fría, oscura y sin estrellas. Estaba lejos de casa cuando recibí una llamada. Escuché la voz familiar de mi hermano, pero su tono revelaba otra cosa: habían malas noticias.

Fuimos pequeños, minúsculos... fuimos dos en un millón, pero decidimos cambiar. Juntamos fuerzas, energía y determinación: íbamos a evolucionar para convertirnos en algo mejor. Unimos enlaces, creamos compuestos, nos fosforilamos para llenarnos de energía

Desde el principio, todo fue confuso. Me gustaba alguien que, según yo, jamás se fijaría en mí y me pretendía alguien que no me interesaba. El tiempo pasaba y el chico que me gustaba se fue de la Isla en busca de un mejor futuro, mientras que...

Estuviste y no estuviste. Cuando se hacía de noche y me quedaba sola, intentando unir cada uno de los retazos de mi vida. Cuando lloraba porque algo me dolía, ya fuera el alma, la vida, las ausencias o los recuerdos.

Siempre estuve ahí: hablándole, cuidándole, contándole mil y un anécdotas diferentes, esperando que se alegrara y me mostrara esa sonrisa suya... esa que amaba tanto. Siempre quise que fuese feliz...

Debías verla. Era alegre, sonriente, risueña y amorosa. Siempre de pie, con una pañoleta en la cabeza, con su cabello plateado, voz ronca y alegre, falda y vestido. Pero dejó de serlo